Bajamos por la carretera de las mil curvas hasta Moquegua, capital de la palta y el pisco, ciudad rodeada por una verde campiña de uvas, duraznos, choclos, tunas y, supongo, paltas. Tardamos un par de horas más por medio del desierto de Atacama y llegamos a Tacna, subimos al primer taxi hasta el restaurante de pollos Chave, donde nos morfamos un pollo entero con aderezos y acompañamientos.
La idea era llegar al aeropuerto, registrarnos y dejar el equipaje. No se pudo. El aeropuerto cerraba a las 22:00 y no se podía depositar las maletas ni había guardaequipaje. Así que volvimos al centro con nuestras mochilotas, teníamos tres alternativas, alojarnos en un hotel, entrar al casino hasta la hora de retornar al aeropuerto o pasear por ahí. Elegimos la tercera, aunque el paseo se limitó a unas cuantas cuadras y luego nos sentamos en un kiosko en la plaza de armas hasta las 3 y media, cerca a una patrulla y a unas peleas de borrachos.
Por supuesto dormimos todo el viaje de dos horas hasta Lima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario