Amazonas

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Atardecer desde el barco, río Amazonas

miércoles, 11 de enero de 2012

Navegando el Amazonas II

Segundo día: desperté por un movimiento inusual en el barco, tardé un poco en darme cuenta que un ejercito de personas había subido en el puerto donde estábamos y trataba de colgar sus propias hamacas entre las nuestras. Si ya estábamos hacinados, ahora llegabamos a niveles carcelarios de prisiones latinoamericanas. Todo se convirtó en una maraña de telas, cuerdas y cuerpos. En el proceso de recostarte te podías encontar con un rostro, un pie descalzo, una espalda, una cadera y un bolsón de cinco personas diferentes. Una locura. Por su puesto las colas para recibir la ración diaria de alimentos se duplicaron, y la terraza bar también fue ocupada por viajeros. Sorprende la cantidad de niños que corren desprecoupados por los pocos espacios que quedan.

Por lo demás el río es maravilloso y no deja de sorprender lo grande que es, a ratos es difícil ver la otra orilla, casi no se ven pueblos o casas, sólo algun caserío posiblemente indígena, cada tres o cuatro horas, alguna canoa y nada más, solo el verde de la selva y el marrón de las aguas.

Tercer día: Ahora ya se ve más movimiento de barcos y ganado en las orillas, también encontramos más pueblos que vemos pasar, porque aparentemente nunca nos dejarán bajar. También nos enteramos de la existencia de una mesa en la segunda cubierta para los pasajeros que no tienen plato, allí se sirve tipo buffet a grupos de 14 personas. Menos mal, porque nuestros recipiebtes ya hacían aguas. El menú: feijoada, arroz, fideo y ensalada a diario, lo que varía es la carne que puede ser de pollo (frango) o pescado (peixe). Tampoco varía la cara de pocos amigos de la cocinera. A estas alturas ya confraternizamos en portuñol con nuestros vecinos de hamaca, los habitues del bar y un par de turistas gringos.

El eveno más importante fue el avistamiento de tres delfines de río que nos siguieron unos 10 minutos. Los viajeros, sobre todo los niños, festejaban como si fuera un gol de Brasil en la final del mundial.

Cuarto día: nos habían dicho que llegaríamos a las 6 de la tarde de este cuarto día, pero como el barco no paró practicamente nunca, nos adelantamos. Así que llegaríamos a las 2. Se notaba la cercanía de la gran ciudad, por la cantidad de barcos que surcaban el río, el número cada vez mayor de pueblos y pequeñas ciudades y los enormes depositos de combustible de Petrobras.

Luego del almuerzo todos nos dedicamos a desmontar el circo. Maletas con ruedas, mochilas, hamacas enrolladas, cuerdas y bolsones de colores ahora copaban todo el piso del barco. A la 1 de la tarde cruzamos el encuentro de las aguas. donde se juntan el río Amazonas color café y el río Negro, paradojicamente color azul, notoriamentente separados por varios kilómetros. Luego vimos los embarcaderos, fabricas, edificios, puentes y casas de la ciudad de Manaus, nuetro destino, por ahora.

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